Las noches eternas de soledad,
Desvelo, congoja y agonía,
Tranquilizan mi febril ansiedad
Cuando arribas a mi cama vacía.
Y siento tu dulce cálido aliento,
Tus vigorosas manos y tus dedos,
Que cimbrean mi frágil ser con talento
Al hurgar sutil todos mis adentros.
Se encienden crepitantes nuestros fuegos,
Hierve la sangre, se ciega la mente,
Tu etérea luz sacia mis anhelos
Calmándome momentáneamente.
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Elizabeth Alejandra Castillo Martínez
Liaazhny / junio-2015